Bienvenido(a) a mi blog. Aquí observo, opino, cuento. Al principio de los años 90, escribía en una lista de distribución llamada Atarraya mis recuerdos y vivencias cotidianas e intrascendentes, para que no se me olvidaran. He recogido en este espacio algunos de aquellos escritos, con la fecha inicial de envío y desde el 2005 los completo con cuentos, historias y opiniones cotidianas.
Thursday, December 22, 2011
De Laura a Melinda
Preventing Preterm Birth Initiative from GAPPS on Vimeo.
Tenía yo 28 años, un niño de dos y medio, un doctorado recién terminado, una barriga de seis meses y un futuro prometedor, pero aún sin definir. Eran las diez de la noche y había estado anormalmente nerviosa todo el día. Las arepas de la cena me habían caido tan pesadas, que una acidez insoportable se hacía sentir sin mejora a la vista. Llamé el médico de guardia y el me recomendó tomarme un anti-ácido y llamarlo de nuevo en dos horas. A la media hora, mi esposo me vió tan mal que decidió llevarme en taxi al hospital. Antes de salir, le pedimos por favor a la vecina que se quedara con mi hijo que estaba durmiendo.
"Ya volvemos", le dije.
En la urgencia se empeñaron en mandarme para obstetricia
"Que no voy a parir, les digo, denme un anti-ácido, es todo.."
Al llegar a obstetricia tuve que repetirle lo mismo a la enfermera de guardia
"No se porqué me traen aquí, no es dolor de parto, es sólo una acidez muy fuerte", le dije con voz alterada.
Ella me indicó que me calmara y me tomó inmediatamente la tensión. A los pocos minutos tenía un ejercito de médicos y enfermeras alrededor mío.
"La tensión está en 220/120, tiene toxemia y hay que hacerle una cesarea de urgencia. La vamos a transferir de hospital para darle un chance al bebé, porque aquí no hay cuidados intensivos de prematuros"
Toxemia, pre-eclampsia, el término me era conocido. ¿No era ése acaso de lo que morían las mujeres parturientas en el siglo pasado? ¿No era acaso lo que le daba a las primerizas? ¿No era acaso lo que daba en las últimas semanas del embarazo? ¿No era acaso por eso que a uno le tomaban una muestra de orina y le tomaban la tensión una vez al mes, cada vez que iba al médico? ¿Cómo era posible que me diera a mi, en pleno Montreal, a mediados de un segundo embarazo y casi que a finales del siglo XX?
¡Ah, la arrogancia!
La arrogancia de la juventud, de los supuestos conocimientos de profesional bien informada, de quien cree que siempre podrá obtener lo que se proponga, de niña mimada por la vida. Ahí estaba yo en un camilla rumbo a la ambulancia, con la certeza de que el bebé no sobreviviría y pidiendo confusamente que me dieran algo para calmar el dolor que ya era insoportable. Cada montículo, cada hueco del trayecto parecía una subida o bajada al Ávila que se reflejaba en mi estómago, si tan sólo me dieran algo contra el dolor...
Las últimas palabras que oí antes de caer en una nube oscura y espesa de confusiones, fue la medico que me recibió al salir de la ambulancia en el Hospital Judío preguntándome a qué hora había comido y luego, sin esperar mi respuesta, le dijo a algún colega que yo no podía ver:
"We don't have time"
De allí comenzó un gran paréntesis para mi: oscuridad, luces, alucinaciones. Los que estaban afuera me contaron que tuve eclampsia severa dos días después de dar a luz y de allí me internaron en terapia intensiva, de donde no se sabía si saldría, ni en qué estado lo haría.
Milagrosamente salí de allí a la semana, pero no conocí a mi hija que quince días después de haber nacido, a través del hueco de una encubadora. Pesaba como un saquito de arroz y tenía sondas en varias partes de su cuerpo. Dos meses y medio más tarde, gracias a la ciencia, a la naturaleza o a las dos, Laura estaba con nosotros en casa y, afortunadamente, ni yo ni ella dimos muestras de haber tenido secuelas.
Los años pasaron y nadie supo nunca explicarme porqué me dió eclampsia. No tenía el perfil típico: muy joven o muy vieja, primer embarazo, últimas semanas, pre-eclampsia prolongada o durante el parto, era una outlier. Los médicos se encojían de hombros y me decían que, simplemente, no tentara nunca más la suerte en un nuevo embarazo.
Sin embargo, con los años, hablando con la gente, me di cuenta que la eclampsia no era tan rara. La hija de la mujer de servicio de la vecina murió de eclampsia y la visitante sueca del centro de investigacion tuvo pre-eclampsia, y la mamá de un amigo la había tenido en el tercer embarazo y la secretaria del centro la tuvo en el primero y.....nadie sabía porqué, ni a quien le tocaría, pero, inexplicablemente, la enfermedad existe en todas partes y le puede dar a cualquier mujer.
Sin embargo, por más que buscaba información científica al respecto, se trata de una enfermadad de poco glamour, poco estudiada y por lo tanto, en términos de prevención y comprensión de la misma, estamos en exactamente en la misma situación que hace cincuenta años.
En estos días, buscando cosas en Internet me encontré con una iniciativa de la fundación de Bill y Melinda Gates para estudiar los mecanismos de los nacimientos prematuros y, entre ellos, está el de la pre-eclampsia materna. El programa es llevado en asociación con el Gapps (Global Alliance to Prevent Prematurity and Stillbirth) y el Seattle Children's hospital. Se hace un llamado a la comunidad científica de todo tipo para trabajar en esos problemas, la fecha límite para aplicar es a finales de Enero.
Pasen la voz y el link si conocen a investigadores o médicos susceptibles de interesarse por el tema.
Mientras tanto, le debo un gran reconocimiento a Melinda Gates por canalizar la plata de la fundación en las enfermedades olvidadas, sin glamour, que no atraen capitales, pero cuya prevención podrá cambiarle la vida a millones de mujeres y niños del mundo.
Gracias Melinda, y Feliz Navidad!
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2 comments:
Laura es un milagro... me encantó este cuento Bruni. Sobre todo porque es real.
Si, un cuento asombroso que uno no piensa que le va a pasar.
He tenido mucha suerte.
Un abrazo.
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