Saturday, October 01, 2005

Volver a nacer













He nacido dos veces. La primera fue en una clínica romana, del vientre de mi madre, hace ya demasiados años para mi gusto. La segunda fue en Montreal, el 7 de abril del 2000.

Si nací dos veces fue porque tuve que haberme muerto. Eso también pasó. Morí el 29 de septiembre de 1999, exactamente a las dos y media de la tarde. En ese momento, la técnica que me hizo la primera mamografía de mi vida me miró seriamente a los ojos sin decirme nada. No tienen permiso de comunicar malas noticias.

El día había sin embargo comenzado bien. Había recibido a unos estudiantes, bromeado con mis colegas de trabajo y terminado de escribir el examen del curso. Entré en el secretariado del departamento a entregar la copia del examen pero me tuve que ir corriendo porque tenía una cita con el médico y no quería llegar atrasada. Si necesitaban que firmara o verificara algo, tendrían que esperar a la tarde, les dije.

Nada podía sugerirme en ese momento que esperarían ocho meses por mi.

Desde pequeña me han asustado los senos, o mas bien, me ha asustado lo que le puedan hacer a mis senos. La razón remonta a unas morbosas lecturas juveniles producto de la gran libertad que siempre tuve de leer lo que quisiera. En mi casa habían muchos libros viejos y empolvados, que habían pertenecido a mi abuelo poeta. Entre ellos, toda la colección de Federico García Lorca. Yo no sabía quien era, pero cuando me faltaban novelitas de jóvenes detectives que leer, pues le echaba mano a cualquier libro, y fue así como comencé a leer poemas por primera vez en mi vida. Me encantaba el terrible poema del torero que muere a las cinco en punto de la tarde y también otro, que en ese entonces no entendía del todo, que comenzaba con la frase “yo me la llevé al río, creyendo que era mozuela”. Pero tan sólo unas pocas páginas después, García Lorca describía una horrenda persecución a los gitanos de la que me quedó grabada la imagen de una muchacha, que “gime sentada en su puerta, con sus dos pechos cortados, puestos en une bandeja”.

Instintivamente, al leer esas lineas, me abracé a mi misma con terror, para proteger a mis dos pequeños limones que apenas si se notaban bajo la franela del uniforme. Pero fue así, en parte gracias a García Lorca, como siempre estuve consciente y pendiente de mis senos. Fue así como año y medio antes del día de mi muerte fui a pedirle al médico que los verificara, porque sentía que uno de ellos se endurecía y cambiaba de forma, y como fue que el me dijo que no era nada, que eran mis senos que estaban hechos asi.

Y es así como llegamos de nuevo a aquel fatídico 29 de septiembre a la una de la tarde en el que fui a ver al mísmo médico pero por otras razones y, absurdamente, algo me hizo pedirle que me revisara de nuevo los senos. Quizás fuese el espíritu de García Lorca. Lo extraño es que no estaba preocupada, se lo pedí por no dejar, como quien no quiere la cosa. Esta vez, me dijo, siento algo, la voy a mandar a hacerse una mamografía….y a las dos y media la técnica me miraba con esos ojos grandes y serios, que lo decían todo. El tumor era tan grande y tan claramente maligno que, según me dijo el cirujano tiempo después, no hacía ni falta sacar una biopsia.

Y entonces morí. Morir significa darse cuenta de que no existiremos, no iremos a la graduación de nuestros hijos, no conoceremos a nuestros nietos, no habrán mas planes, ni luchas, ni expectativas. Morirse significa que el alma nos abandona y nos deja con un vacío profundo. Morirse significa que no habrán amores, no habrán amigos, no habrán enemigos. Que todos nuestros logros, nuestra glorias, nuestras victorias, nuestras derrotas así como nuestras angustias cotidianas se vuelven minúsculas, microscópicas, insignificantes y, como nosotros mismos, dejan de existir.

Pero yo no quería morir, me resistía, me debatía. Y entonces sólo se me ocurrió rezar y rezar y rezar. No soy religiosa y, de hecho, no pedía nada en concreto, no creía que nada saliera de aquel rezo. Era simplemente una letanía de frases que había aprendido de niña que me permitía no pensar en el vacío en el cual estaba sumida. Y, a los pocos días, cuando fui a buscar los resultados de la biopsia, los cuales confirmaron lo que ya todos sabíamos, algo hizo “clic” en mi espíritu. De pronto, me sentí lista para los tratamientos.

Mi prima beata diría que fue el Espíruto Santo el que había respondido a mis rezos. Mi prima psicóloga diría que fue la reacción de mi mente ante el luto en el que me había sumido los días anteriores. En cualquier caso, de pronto me sentí contenta y serena . Dispuesta a enfrentarme con los largos meses de tratamientos.

Entré entonces en un mundo aparte en el que habían cambiado a mis jefes, por médicos y enfermeras. A mis secretarias, por secretarias médicas o laboratoristas. A mis compañeros de trabajo por compañeros de tratamientos. A mis clases por incontables idas al hospital. A mis reuniones académicas por citas y mas citas que debía recordar y cuadrar. A mis lecturas técnicas por lecturas médicas. Y entonces, serenamente y con humor, como el que tiene que viajar de año sabático, comencé a vivir con interés ese nuevo paréntesis que me brindaba la vida.

Perdí mi pelo negro ensortijado pero lo remplacé por una peluca de pelo liso color castaño , con lo cual realicé mi sueño de adolescente y además me burlé de todos porque, sin mi pelo, que es mi trademark, ya nadie me reconocía. En la casa, me ponía un sombrerito tejido para no tener frío en la cabeza. Mis hijos se burlaban y me decían que parecía una viejecita. Luego me lo quitaba y entonces ellos se burlaban de nuevo diciendo que parecía a Mini-me. Durante ocho meses tuve el gran placer de no irme a depilar. Hasta mis espesas cejas necesitaban la ayuda de un creyón delineador. Y así me fui acostumbrando a mi nueva vida y a mi nueva imagen. Le sugerí incluso a mi oncólogo que en vez de curar el cancer, fundara mas bien un instituto de belleza cuyo slogan sería “be bald and fat”. Estaba segura, le decía, que tendría gran éxito.

Y así, después de largos meses de operación, tests , quimio y radiaciones, llegamos a ese magnifico 7 de abril. La secretaria de radioncología, me indicó que la próxima cita sería en seis meses y, acto seguido, sacó una tosca rosa de plástico de una gaveta y me la dió, como símbolo de que había completado todos los tratamientos. Yo salí feliz, mostrando la rosa a todo el que quisiera verla.

Nunca he sentido mayor alegría que ésa. Entendí la euforia que deben tener los rehenes y los presos cuando los sueltan. En ese tímidamente soleado día de principios de primavera, me habían devuelto mi cuaderno en blanco, para que yo pudiera escribirlo como quisiera. De nuevo estarían allí mis amores y mis dolores, mis alegrías y mis tristezas, mis planes, mis luchas, mis logros, mis expectativas, mis victorias y mis derrotas. Mis pensamientos, mis actos y mis escritos.

Entonces entendí lo que significa nacer, porque yo realmente creo que nací de nuevo aquel 7 de abril del 2000, hace mas de cinco años. Y a aquellos que me digan que no hay garantías, les diré que tienen razón. Pero, como decía el famoso slogan de una compañía de brokerage, la vida no está hecha de garantías, sino de oportunidades.

Y a la oportunidad, la pintan calva.




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Octubre es el mes de la cinta rosa. Bravo a El Nacional, que se ha unido a la campaña divulgativa sobre el cancer del seno.

Hoy, 2 de octubre, como cada año, caminé para la recolecta de fondos a favor de la investigación en cancer del seno. ¿Por quién camino? Por mi, por mis amigas, por mi hija, por todas las mujeres que se sentirán morir con un diagnóstico de cancer del seno y que querrán tener, como yo, una segunda oportunidad. En la foto de arriba estoy con una amiga y llevo orgullosamente la franela rosada extra-large de las sobrevivientes. Detras de nosotras el muro de nombres donde escribimos por quién corremos. En la foto de abajo, también soy yo, el 5 de Enero del 2000, después de dos ciclos de quimioterapia.La investigación avanza a pasos tan grandes, que los tratamientos que eran experimentales hace seis años, son hoy de rutina, es decir que la mujeres hoy en día tienen un mayor chance de sobrevivir. Si quieres contribuir con mi causa, aquí está mi página de donaciones a favor de la sociedad canadiense del cancer del seno. También puedes contribuir a Senosalud o a la Sociedad Anticancerosa de Venezuela.

2 comments:

Anonymous said...

Bruni,

gracias por compartir, ahora entiendo la pasión que te impulsa en todas tus acciones.

Mándame un e-mail please: rr@edgarbrown.org

Cástor E. Carmona said...

Felicitaciones por tu blog, por haber superado tan densa etapa, y por tan noble iniciativa. Una familiar muy cercana atraviesa por momentos similares, y experiencias de este tipo nos alientan a todos. Gracias