Friday, April 01, 2005

Las piñatas 14/12/90




En estos días, viendo la televisión, Laura, mi hija de año y medio, señalaba hacia la pantalla, riéndose y diciendo "Buuu,Buuu". Pues como que "Buuu" es cualquier animal o cosa extraña que le llame la atención, fuimos a ver de que se trataba Se trataba de un programa sobre piñatas...Y entonces mi hijo musiú de cuatro años me pregunto que qué era eso; mi esposo y yo nos reímos, cada quien con un recuerdo diferente de lo que eran las piñatas.

Para mi las piñatas eran una verdadera tortura. Mi abuelita comenzaba desde mediodía a hacerme "unos crespos", que consistían en enrollar el pelo mojado en hojas de papel de seda...eso si mi mamá no había decidido que era el día de "desenredarme" el pelo y hacerme una cebollita. Luego, a mis primas y a mi, nos vestían con vestiditos primorosos, no sin antes habernos mandado a poner unos armadores de organdí, que picaban, y unas mediecitas tejidas, de hilo, muy difíciles de poner.

Llegaba uno a una casa grande con jardín donde aparecía la efigie de un animal o un cohete, o un carro, al que, tarde o temprano, le caeríamos a palos. Pronto comenzaba el juego: los niños eran clasificados como los bateadores en béisbol; yo, como que nunca me distinguí por mis habilidades atléticas, pasaba siempre de primera, y, ante la mirada fastidiada de la gente, me dejaban darle solo dos golpecitos y pasaban al siguiente bateador: todos sabían que no era precisamente yo quien iba a tumbar la piñata. El tumbador de piñatas se reconocía desde el primer momento. Por lo general era un "el", agarraba el palo de manera resuelta y, por la seguridad con que arremetía desde el principio, todos decían, "ese la va a tumbar". A veces las mamás manager encontraban nuevas estrellas sin saberlo, y al que habían puesto de segundo bate (después de mi) resultaba ser un tumbador potencial...ese era el momento en que el señor de la casa arriesgaba la vida quitándole el palo al muchacho, no fuera a ser que el resto de la concurrencia se quedara sin darle a la piñata.

Si, por el contrario, se trataba de un cuarto bate reconocido, la clasificación de la manager funcionaba, y después de haberle dado el chance a todos los debiluchos de la concurrencia, pues llegaba Pedrito, y ante los gritos de "¡dale!, ¡Dale!, ¡Dale!" del publico, partía la piñata en dos y decenas de juguetes, caramelos, serpentinas y papelillo nos caían encima. Allí comenzaba la segunda competencia: existía una fuerte correlación entre tumbar la piñata y recoger muchos juguetes y caramelos.

Después de la torta, que por alguna razón desconocida era casi siempre una torta "burrera" con coco rayado por encima (servida con gelatina de fresa), en las piñatas mas "chic" llegaba un payaso o pasaban películas de Flipper. Luego venía el momento de despedirse. Allí yo tenía a las casas catalogadas, una "buena" piñata era aquella en la que ofrecían buenos regalitos de despedida...

Por fin, llegaba uno a su casa y comenzaban las comparaciones con mis primos y hermanos. Jazmin: "recogí mas juguetes que tu"; Diana: "¡yo también recogí mas juguetes que tu!;" Bruno: "y yo también recogí mas juguetes que tu"; Luis: "¡y hasta yo, que estaba bien lejos, recogí mas juguetes que tu!". Ante la evidencia, no podía negar mi falta de habilidad .Y entonces me iba corriendo a mi cuarto, me soltaba la cebollita primorosamente arreglada, me quitaba el piazo de armador de organdí, y soñaba con que la piñata del Sábado próximo fuese una mejor piñata.

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