Wednesday, January 18, 2006

El Reyezuelo

Hace unos cuantos años, mi hermano trató de explicarme el sentimiento que tienen millones de venezolanos con respecto al régimen en el que están viviendo. Su respuesta fue, como siempre, para aquellos que lo conocen, directa, al grano y colorida:

“Bruni”, me dijo, “lo que pasa es que esos carajos te buscan las tripas”.

Años después, estando yo ahora mucho mas cercana de los aconteceres cotidianos de Venezuela tengo que reconocer la sabiduría de mi hermano. La noticia me tocó las tripas y levantó una ola de indignación que me fue subiendo al pecho y al cuello. No, no se trata de una indignación pensada, razonada, medida, como la que he tenido en tantas otras ocasiones, sino de una indignación visceral e incrédula, de esas que sólo pueden expresarse con groserías.

Dudé al escribir el título del cuento ¿Debía ponerle “El Pseudo-Presidente” o el título que escogí?

Reconozco que el término Pseudo-Presidente hubiese sido mucho mas elegante. En el fondo, ya he incluso escrito de números aleatorios y “pseudo aleatorios” ¿Porqué no, entonces de Presidentes y de Pseudo-Presidentes? Presidentes son los presidentes de verdad, aquellos jefes de Estado que entienden que el pueblo les ha otorgado un mandato limitado, duro y difícil, para que busquen la armonía y el bien común de todos los miembros de la sociedad que los elige. Presidentes son aquellos que entienden que una presidencia no es una dictadura a corto plazo, independientemente del poder que puedan obtener durante su mandato. Presidentes son aquellos que buscan el consenso y, cuando es imposible obtenerlo, escuchan, consultan, meditan y sopesan meticulosamente las decisiones que piensan que deberán tomar y que saben que no serán consensuales. Presidentes son aquellos hombres y mujeres de estado que dedican su vida al servicio de la democracia.

Todos los demás, son Pseudo-Presidentes.

Sin embargo, dudé en llamar al presidente Chávez Pseudo-Presidente. Honestamente, me parece que no merece siquiera ese título. Chávez fue Pseudo-Presidente mientras cambiaba las instituciones del país para ganar más poder, manteniendo un viso de pseudo-democracia. Pero este personaje que se aprovecha de un congreso totalitario, elegido a dedillo bajo un manto de protesta muda y firme de la mayoría de la población que el preside, para imponer su voluntad en cambiar los símbolos patrios de toda esa población. Este personaje que utiliza los recursos del Estado para decir lo que le pase por la mente e insultar a quien le de la gana. Este personaje que se esconde detrás de sus colaboradores institucionales para utilizar cualquier artimaña pseudo-legal para perseguir a los disidentes. Este personaje no es un Presidente, no es un Pseudo-Presidente, es un Reyecito.

Así que cambié el título del cuento, de “ El Pseudo-Presidente” a “El Reyecito”.

Dudé de nuevo, El Reyecito me trae recuerdos gratos, los recuerdos de aquellos Domingos en los que me peleaba con mi hermano para ver cuál de los dos leía de primero el suplemento de El Nacional. El Reyecito era uno de los graciosos personajes de los suplementos, junto con la pequeña Lulú, Pepita, El Fantasma y Mandrake el mago.

Pero esta historia de dictadores nada tiene que ver con agradables recuerdos infantiles. No hay nada agradable en el uso mediático que Chávez hace de una supuesta conversación con su hija para justificar cambiar el escudo, sin importarle utilizar a la figura de la niña con fines políticos, a sabiendas de la rabia que la medida suscitará en la población. No hay nada hermoso en reutilizar la figura de su hija como excusa para perseguir a aquellos que osen criticarlo. No hay nada bonito en el hecho de que la Asamblea Nacional totalitaria cambie los símbolos patrios de primerito, antes de hacer mas nada, para que la opinión pública se distraiga del caos de Vargas y del juicio a Súmate. No hay nada positivo en el hecho de que todo se apruebe sin discusión, porque para eso son totalitarios.

Entonces me dije que Chávez no merece ni siquiera el título de Reyecito. Busqué y busqué en mi mente un término adecuado. Confieso que añoré la riqueza de mi Italiano paterno: en ninguno de los otros idiomas que conozco se puede adjetivizar con tanta precisión a un sustantivo utilizando simplemente una terminación para el mismo. Busqué entonces entre el “one”, el “ino”, el “etto”, el “accio” y di con el “uolo”…que en Español se traduce en “uelo”.

Y es así como llegué al título.

“El Reyezuelo".


Apostilla

5 comments:

DINOBAT said...
This comment has been removed by a blog administrator.
Liz said...

Bruni, confieso decirle de vez en cuando -y cuando mi hijo no está para escucharme- igualito que Dino.. De resto, lo llamo esteban de jesús.. con frecuencia los adjetivos se vuelven nombres de animalitos (pobrecitos, no tienen ni la culpa).
Y he optado por escribir su nombre en minúscula.. y con el cargo que detenta hago igual.
Tienes razón, uno a veces quiere desahogarse en blanco y negro.--Liz

Bruni said...

Dino, lamentablemente no tengo la opción de editar tu comentario y no quiero que se me llene el post de groserias así sean bien merecidas. Por eso le hice un delete a tu comentario.

Ahora bien, debo protestar abiertamente el término que utilizaste: no hay porqué ofender a las trabajadoras del sexo!!!

Saludos,
Bruni.

FeathersMcGraw said...

Mejor nombre que reyezuelo es imposible de encontrar ya que de verdad éste se cree un rey, pero de pacotilla, ... (nótese el uso de minúsculas)

Que bella tu foto Liz...

FeathersMcGraw said...

Muy acertado tu escrtio Bruni... que lamentable es que en el año 2005 todavía tengamos personajes que se creen reyes...