Sunday, March 25, 2012

Misión Radioterapia

Mi experiencia es que la radioterapia es difícil. A mi me la habían vendido como una mantequilla, después de haber pasado por la cirugía y la quimioterapia, pero la verdad es que no fue así.

Quizás es porque me la hicieron al final de los otros tratamientos. O quizás porque la concentraron en veinte en lugar de veinticinco sesiones, porque, por la edad, se pensaba que aguantaría más fácilmente la mayor intensidad. El caso es que desde la primera vez me sentí débil y sin defensas y luego el mes de radioterapia es un verdadero tour de force. Hay que ir todos los días, a la misma hora, ponerse la bata de hospital, entrar en el cuarto oscuro de tratamiento, dejar que lo acomoden a uno en la posición correcta, mirar al techo, no pensar en nada y esperar a que se apague la luz a los pocos segundos del inicio de la radiación. 

En aquel entonces había en Québec una lista de espera demasiado larga para la radioterapia: demasiados pacientes para el número de aparatos disponibles en la Provincia. El gobierno provincial puso entonces en marcha un programa destinado a las pacientes de cáncer del seno, para que fueran a pasar sus tratamientos en hospitales de Vermont y del norte del Estado de New York, durante cinco semanas: tratamientos, hotel, comida y transporte, todo pagado por el Estado. 

Yo, afortunadamente, no tuve necesidad de ir a Vermont. Digo afortunadamente porque cada vez que regresaba de los minutos de tratamientos, era un gran alivio encontrar mi casa, mis hijos, mis cosas, mi vida. 

Una de las cosas que aprendí con la radioterapia es que es diferente desde el punto de vista  médico. El oncólogo y el radio-oncólogo son dos profesionales distintos. En mi experiencia, el oncólogo es más médico, conoce perfectamente las enfermedades y efectos secundarios . El radio-oncólogo es más ingeniero, tiene que entender muy bien las intensidades y los ángulos del tratamiento. Una vez que el radio-oncólogo saca sus cuentas, el resto lo hacen los técnicos. Es por eso que no era descabellado para la Provincia que el tratamiento de radio de las mujeres con cáncer del seno fuera en un sitio distinto que el de la quimio.

La radioterapia de Chávez me ha hecho recordar mi experiencia. Antes que nada, y eso lo digo sin sombra de ironía, me asombra que el Presidente quiera seguir en la acción cotidiana con una radioterapia encima. De hecho, en mi caso, la radioterapia era del seno, por lo tanto considerada hasta cierto punto superficial. Es bien sabido que las radioterapias que apuntan a los órganos internos, como es el caso de Chávez,  son mucho más difíciles de sobrellevar.

El otro punto que me llama la atención es que sea necesario que el paciente se traslade a Cuba, cuando sería perfectamente factible, como lo fue para miles de mujeres quebecenses, realizar la radioterapia en un sitio distinto que la quimio, incluso con las instrucciones de los radio-oncólogos locales.

Enfin, toda esta historia del tratamiento de Chávez tiene un velo de misterio y de absurdidad. Uno termina sin entender si el propósito verdadero es que el Presidente se cure o si hay alguna agenda oculta en los viajes a Cuba de la misión radioterapia.




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