Saturday, February 04, 2012

Veinte años de luto



Hoy se cumplen veinte años del fatídico golpe de estado que terminó cambiándonos la vida a todos los venezolanos. 


Para mi, es un día de luto. Antes que nada por los muertos. Los muertos de verdad verdad: los policías que custodiaban La Casona, los soldaditos que murieron haciendo su deber, la niña tocada por una bala perdida y todas las otras víctimas inocentes del vulgar golpe de Estado que ahora quieren llamar "rebelión cívica". Tan sólo repasar por las imágenes y los recuentos de aquel día me produce indignación.

En segundo lugar, por el simbolismo: fue la muerte de la democracia porque por primera vez desde su establecimiento, tuvimos un verdadero golpe, un golpe militar: con paracaidistas, tanques, armas y muertos. Años antes hubo rumores, amenazas, pero éste fue el primer atentado real contra el Estado de Derecho. Después vendrían los otros, La Constituyente, el Congresillo, las reformas, la enmienda, la dilución de la Corte Suprema y otras triquiñuelas para prolongar el golpe del 92. Pero el 4 de Febrero sería el golpe de carne y hueso.


En tercer lugar, es un día de luto para el país, y, en particular, para mi generación. Una generación que trató, a duras penas, de hacerse un camino para llevar al país hacia adelante. No pudimos, los golpistas acabaron con nosotros y terminamos siendo los grandes derrotados del 4 de Febrero.


Pero, ¿Quienes somos nosotros? Somos la generación que presenció de jóvenes o niños a un Carlos Andrés Pérez nacionalizando el petróleo, que tuvo la oportunidad de formarse con mentalidad distinta, que comenzó a viajar, a comparar y a tener perspectivas distintas. La generación que arrastraba a Venezuela hacia arriba. que apoyaba el saber y los méritos, que soñaba con ver a Venezuela en los rangos del primer mundo. Somos la generación que esperaba derrotar la ignorancia y la pobreza, que aspiraba a que algún día no hubiese más ranchos, que la seguridad social existiese de verdad y que poco a poco la corrupción se fuese convirtiendo en cosa del pasado. 

Queríamos una Venezuela justa, próspera y buena. Un país donde regresar si estábamos afuera y donde quedarse y crecer si estábamos adentro. Queríamos que el país de nuestros padres y de nuestros abuelos, fuese también el país de nuestros hijos y nietos. Un país de paz y solidaridad, de mestizos café con leche donde la sóla diferencia es que unos tienen más leche y otros tienen más café. 


Todo eso se acabó el 4 de Febrero de 1992 en el que las fuerzas ocultas del caudillismo militar, que nosotros, ingenuos, pensábamos que ya no existía, se aprovecharon de la situación política para tomar el poder.


No me vuelvan a decir que fue un levantamiento cívico. Fue un golpe sangriento, llevado a cabo por gorilas con botas. Un golpe que nos dieron colectivamente y que luego se prolongaría durante, por ahora, veinte años. El tango de Gardel dice que veinte años no es nada, pero sí es. Veinte años son suficiente para apagar a una generación, para prender la diáspora, para dividir, para discriminar, para encender el retroceso.

Lo peor, es que no sólo no hubo castigo, sino que por superficialidad política, ambición personal y falta de institucionalidad, terminamos con los criminales de aquel 4 de Febrero gobernándonos durante 13 años.

¿Cómo se sentirán los padres, las esposas, los hijos de los caidos que hicieron su deber, viendo que no sólo no se les recuerda, sino que el día del asesinato quiere ser considerado una fecha Patria?


Por eso estoy de luto. Por esos muertos, por veinte años perdidos, y por esa generación mia que quiso ser, y no pudo.



4 comments:

Luis Rincones said...

Bruni
Gracias por el Blog.

Bruni said...

Luis, gracias por tu visita.

Daniel said...

Me gusto. Escribi algo en la msima tonica.

Unknown said...

Cada 4F recuerdo como nos levantamos abruptamente con una llamada a las 3 am.
No entendia bien que estaba pasando, pero recuerdo el miedo.
Estoy contigo Bruni. Este es un dia de luto nacional que no debe olvidarse ni interpretarse como se pretende.
Mi corazon va con los familiares de los que murieron sin ninguna culpa.