Mañana será la primera elección sin Chávez desde hace catorce años. Catorce años son muchos, forman a una persona, marcan a una generación.
Mañana será la primera elección sin Chávez y será una elección indefinida porque los venezolanos lo votaron así: el que ahora se quede, podrá, si el pueblo lo pide, quedarse para siempre.
No es evidente, ni siquiera Chávez pudo hacer más que su tiempo y mira que lo intentó. Lo intentó tanto, que cambió la Constitución, el nombre del país, la bandera, el escudo y la forma de gobierno para conseguirlo y, al final, no pudo. Al final todo el esfuerzo fue para que ese muchachote grandote y bigotudo que era chofer de autobús y se metió nadie sabe cómo en el grupo de gobierno pueda gobernar ahora para siempre. O, peor aún, para que el flaco al que se le ocurrió retarlo en el 2012, pueda ocupar su puesto hasta que quiera. O incluso peor, para que cualquiera de sus enemigos, incluso ésos que él mandó a meter en la cárcel puedan de nuevo montarse en el coroto y quedarse ahí para siempre.
La historia me recuerda vagamente los chistes del genio desgraciado que otorga deseos de manera literal.
Los economistas dicen que quienquiera que gane va a tener que tomar medidas serias, que el país se viene abajo. No soy economista pero no hace falta serlo. Pero lo que me hace reflexionar no es la economía, es el país mismo:Venezuela es un país al borde de una guerra civil.
La guerra no se ha materializado por varias razones. Una porque sigue habiendo plata, la otra porque nos parecemos mucho los unos con los otros y es muy difícil decir a qué tribu pertenece cada quién y, finalmente, porque alguien alguna vez decidió que éramos todos católicos, para bien o para mal, con poquísimas excepciones, así que nadie se va a ir a pelear por la iglesia donde se bautiza.
La otra cosa que nos ha salvado de la guerra civil es el amor por la guachafita. En Venezuela nada se toma en serio, salvo la diversión y la rumba. Pero incluso ese amor por el bonche se desgasta en catorce años de odio.
El odio es una cosa seria, no es lineal, es exponencial, se multiplica a si mismo en cada incidente. Y los incidentes vienen por la polarización. En catorce años el país ha vivido de dos cosas: de un incesante boom petrolero y de polarización. En catorce años, cada quien perdió el papel que solía tener y se convirtió en un soldado activo o latente de esa polarización que alimentaba la vida. Los amigos, enemigos, compañeros, familiares, colegas dejaron a un lado su naturaleza intrínseca para convertirse en blanco o vehículos de la polarización. Nuestra comprensión de eventos, nuestra guía, discernimiento, profesionalismo, humanismo y ética, fueron coloreados por el lente abusivo del odio.
Lo más terrible, es que no nos damos cuenta.
Mañana son las elecciones y hay que aprovechar que Chávez, con su mensaje carismático de división y su uso abusivo de medios para inculcarlo, ya no está entre nosotros. A partir de mañana los venezolanos tenemos la oportunidad de construir un país y una sociedad mejor. Ganemos o perdamos, hay que bajar el nivel de odio.
1 comment:
Bruni, esta cronica la escribio un amigo y creo que la disfrutarias
http://prodavinci.com/2013/04/18/actualidad/del-por-ahora-al-mientras-tanto-por-andres-cardinale/
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