y a los otros héroes anónimos de
esta historia.
Elecciones3D
La Venezuela que conocimos, en la que nacimos, crecimos o decidimos vivir, desapareció ayer. Aquella que balbuceaba democracia, oportunidades, apertura, ideas, pluralismo, quedó enterrada para siempre bajo el peso aplastante de una victoria de la opción del militarismo, el caudillismo, la autocracia y el fascismo.
Pero no nos engañemos, esa Venezuela no murió de golpe. Comenzó a morir poco a poco a medida que iba creciendo, por la desidia y la pequeñez de generaciones de políticos, y por la indiferencia cómplice de una buena parte de la sociedad.
En una película fetiche de Denis Arcand, « Le Déclin de l’Empire Américain », uno de los personajes le explica a otro porqué es que los negros de Sur África terminarían acabando con el Apartheid mientras que los negros de Estados Unidos siempre estarían pisados.
« Son los números » dice.
Y ayer, fueron los números los que acabaron con Venezuela.
Fueron los números que se fueron sumando poco a poco, durante años de olvido, que después pudieron ser cultivo fértil para el divisionismo introducido por el Redentor de Sabaneta.
De hecho, el Chavismo, no es una fuerza política, es una religión. Es la religión de las masas olvidadas durante muchos años que ven ahora en Chávez una figura mítico-religiosa a la que se venera de la misma manera que a José Gregorio o a la Virgen del Valle.
La religión no se explica ni se cuestiona, se acepta y punto.
Lo triste es que el Redentor necesita de esa masa crítica, necesita que sea aún mayor, para seguir su plan. Necesita seguir poniendo a los unos contra los otros para continuar indefinidamente en el poder.
Y sabemos que lo hará.
Por eso es que Venezuela murió ayer, y pasarán muchos años antes de que renazca. Quizás, muchos años después que el ciclo normal de los tiranos se haya cumplido, una nueva Venezuela de esperanzas pueda volver a surgir.
Eso si, murió luchando.
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