El interés principal de Hugo Chávez es permanecer indefinidamente en el poder.
En esta época de Internet y de comunicaciones instantáneas, es muy difícil hacerlo con viejos métodos represivos. Chávez es entonces muy cuidadoso de que parezca que todo lo que hace para permanecer eternalmente en Mirafores luzca dentro del marco de la ley.
La historia comienza con el cambio de las instituciones del estado en la Constitución del 99 que le permitió apoderarse de cualquier organismo que presentara alguna forma de independencia ejecutiva, electoral y judicial.
A partir de allí, el régimen se sostiene no con represión directa, sino con amenazas indirectas de otros órganos del estado, acelerando decisiones favorables y retardando aquellas que no lo sean, en un sofisticado dueto de ilegalidad y caradurismo que sólo puede mantenerse en un país donde todas las instituciones están al mando de un sólo hombre. El todo, asazonado con un maná petrolero nunca visto en la historia de Venezuela, sin el cual la hipocresía gubernamental ya habría dado lugar a un levantamiento masivo de protestas.
Los ejemplos han sido muchos. Desde la lista de Tascón, hasta la ilegal proposición de Reforma, pasando, por supuesto, por las trampeadas morochas que le dieron a la oposición la tonta opción de entregarle a Chávez 100% de la Asamblea Nacional en una bandeja de plata. El error de Diciembre 2005 fue caro para Venezuela y casi le cuesta al país la formalización de una dictadura constitucional mediante la aprobación de una tramposa Reforma.
La derrota de Diciembre del 2007 le ha abierto al régimen la posibilidad de perder espacios necesarios para el plan de poder perpetuo, que Chávez ha estado tramando probablemente desde su juventud.
Como buen autócrata, una vez obtenido el poder de todas las instituciones, como es su caso, el plan de Chávez para quedarse eternalmente en el poder es el evitar que cualquier otra figura que le pueda hacer sombra se asome ante la opinión pública.
Nadie debe tener chance: ni esposas, ni familiares, ni ministros, ni funcionarios, ni alcaldes, ni gobernadores prometedores. Mucho menos deben tener chance las figuras de la oposición.
Para éllo, Chavez crea una estrategia de dos frentes.
En el primer frente, dentro del Chavismo, promulga la creación de un partido único en el que impone su voluntad a dedo y del que expulsa a todo aquel que pretenda no seguir sus designios. En el frente de la oposición, utiliza una estrategia más sutil: envía a uno de sus fieles seguidores, en la figura del Contralor, para que inhabilite a aquellos personajes políticos que más popularidad tengan en el electorado local, para así impedirles cualquier posibilidad de elección y de figuración ante la opinión pública.
Es inútil argumentar que la medida es efectivamente inconstitucional. Con una Corte Suprema y un CNE totalmente a la merced del Presidente, el juego de amparos, protestas y respuestas a destiempo se pondrá en marcha o bien para impedir que los personajes opositores claves puedan lanzarse o bien para anular los resultados de las elecciones en el caso de que no fueran favorables al parecer de Chávez.
El cuadro es un clásico déjà vu chavista.
Lo vimos en los va y vienes de firmazos y reafirmazos, en la imposición de las morochas en el 2005 y, más recientemente, en la manera como se llevó a cabo la Reforma Express.
En este último caso, además, las peticiones de la oposición pueden aún tener un peligroso efecto, por cuanto algunas fueron dejadas en el aire, sin respuesta, con el peligro de que sean respondidas a destiempo por el enmañado TSJ afin de proteger los intereses de Chávez cuando así sea conveniente.
Ante tal situación, la única respuesta es olvidarse de éllo y concentrarse en las elecciones. Es inútil ponerse a jugar para Noviembre el juego legalista que puede crear una caja de Pandora que sería abierta cuando a Chávez le convenga. Un juego que, además y como de costumbre, le haría perder tiempo a la oposición en debates legales inútiles que podría utilizar en hacer campaña.
Ante tal situación, los candidatos opositores inhabilitados deberán dar muestras de liderazgo y aceptar su situación, así sea injusta e insconstitucional, para darle todos los chances a la oposición de ganarle espacios al chavismo. Venezuela no aguanta otros diez años de Chávez. Es por eso que los inhabilitados injustamente deberán luchar más bien por la victoria de un candidato alterno y hacer uso de ese dificil de alcanzar pero muy útil sentimiento humano llamado resignación.
Por ahora.
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