Sunday, January 20, 2013

De confidencialidad y responsabilidad


La Ministra Sader explica a VTV que toda persona cuando es paciente médico, tiene derecho a la confidencialidad de su pronóstico y que se trata, allí, de un principio universal de deontología médica.Estamos de acuerdo: un parte médico sólo se puede hacer con el permiso del enfermo. La Ministra, igualmente recuerda que nadie puede ser removido de su cargo por estar enfermo. Ahí de nuevo, estamos de acuerdo: si la ley no protege la minusvalía terminaremos en un mundo espartano, donde no habrá cabida  para la diferencia.

Sin embargo, las declaraciones de la Ministra Sader forman parte de lo que yo llamaría la bruma mediática en la que el gobierno nos envuelve: decir algo cierto, sin ir al meollo del asunto y sin explorar y exponer toda la verdad. De hecho, como dicen en Francés, nadie puede estar contra la virtud. Nadie puede refutar que lo que la Ministra dice sea correcto. Sin embargo, la situación es mucho más compleja, porque no se trata de la confidencialidad de los médicos, el problema no es ése. El primer problema es si el paciente, en posición de gran responsabilidad, tiene el deber de explicar claramente cuál es su pronóstico. La segunda pregunta es que, si bien no se puede remover de un cargo a cualquier enfermo, ¿Qué pasa si el cargo es de gran responsabilidad y el paciente no tiene capacidad para sobrevellarlo?


Referente a la remoción del cargo de un Presidente enfermo,  la Constitución es muy clara en el hecho de que el TSJ puede nombrar a una junta médica para verificar si un Presidente es apto a gobernar. Es lógico pues la función de un Presidente es la de gobernar y para éllo debe tener la capacidad de hacerlo. Un país no puede quedarse congelado en el tiempo con un Presidente que no pueda asumir sus funciones, pues el Presidente es justamente el jefe del Poder Ejecutivo.

En referencia a la responsabilidad frente al país, si bien en Venezuela no existe una obligación Constitucional de divulgar un pronóstico, el Presidente de un país no es un enfermo cualquiera. Es alguien de quien depende el país entero, cuyos gestos y mandatos pueden afectar a millones de personas. Por lo tanto, así no esté obligado de manera explícita, el Presidente tiene la obligación moral de dar información precisa sobre su pronóstico.

En el caso de Venezuela, Chávez no lo hizo. El Presidente nunca dijo exactamente de qué tipo de cáncer se trataba, sino que, siempre en la cortina de humo de los partes médicos a medias, las misas, las santiguadas y los rezos en masa, sumados a los burbujeantes rumores de la prensa opositora, quizás incitados por el mismo chavismo, hemos vivido dos años de zozobra, de altos y bajos, de silencios, curas y reapariciones, sin nunca llegar a saber exactamente cuál era el verdadero pronóstico del Presidente.

Pero la cosa va más allá. El Presidente le mintió al país en la campaña electoral haciéndole creer al electorado que la enfermedad había desaparecido y era apto para el cargo. Quizás el pueblo hubiese votado por él de todas maneras, esperando, como lo espera aún, un milagro. Pero quizás no. Lo importante es que los venezolanos no votaron con la plena conciencia de lo que les deparaba la enfermedad presidencial.

En estos momentos Venezuela está viviendo las consecuencias de la irresponsaibilidad de un Presidente que nunca quiso dar un parte claro de cuál era su pronóstico de salud y que se lanzó a una campaña presidencial a sabiendas de que no podría concluir y quizás empezar su mandato.

 Termino el escrito haciendo la salvedad que tuve cáncer, que conozco la enfermedad y tengo gran empatía por todos aquellos que tienen que enfrentarse a élla, incluyendo al Presidente Chávez a quién le deseo que pueda recuperarse.

Sin embargo, lo valiente no quita lo cortés: que el Presidente haya dejado a Venezuela en este estado de zozobra por creerse indispensable o por no resignarse ante la gravedad de su enfermedad, se trata de una enorme falta de responsabilidad.

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