Lo más trágico de la muerte de Hugo
Chávez es lo poco que le queda a Venezuela de 21 años de historia,
de 14 años de gobierno y de la más grande entrada petrolera
de todos los tiempos. Hugo Chávez no formó líderes, porque
no quería formarlos. No creó instituciones, porque no quería
crearlas, no unió a los venezolanos hacia un ideal común, porque no
quería unirlos, no aseguró el bienestar común de las
generaciones futuras, porque no sabía cómo hacerlo.
El leitmotiv que guiaba sus actos era conservar el poder para
siempre. En ese aspecto, su eficiencia y su visión fueron
inigualables: con la excusa de una nueva Constitución para el
pueblo, cambió las normas y las instituciones de manera
supuestamente legal comenzando la avanzada hacia la reelección
indefinida. Prosiguió enfrentando la independencia institucional en
todas sus formas: política, económica, administrativa, el Estado,
dejó entonces de existir para concentrarse en un solo hombre.
A aquellos que se le opusieron, una
clase intelectual y política poco preparada para lo que les venía,
los desnaturalizó. Fue así como los medios de comunicación
privados se convirtieron en una oposición oficial, en hipérbola
permanente, perdiendo su papel institucional y dejando un inmenso
vacío en la vida demócratica del país que se acostumbró a vivir
en un cuento de Pedro y el Lobo de manera continua. Los medios
públicos, por su parte, pasaron a ser simplemente instrumentos de
propaganda. Fue así también como los intelectuales del país, por
serios que hubiesen sido antes de la llegada de Chávez, dejaron de
serlo, y se convirtieron o bien en colaboradores y repetidores de la
doctrina oficial, o bien en reaccionarios viscerales. En ambos
bandos, se implantó entonces un sistema de censura y de pensamiento
único, nunca antes visto en la historia reciente de Venezuela.
Chávez pudo así gobernar a sus anchas, exacerbando el ambiente de
división en sus frecuentes discursos y utilizando sin verguenza ni
restricciones los recursos del Estado. Hay que reconocer que, en ese
ámbito, tuvo suerte. Le tocaron a la vez años dorados de bonanza
petrolera y años de transformación del orden político y económico
mundial, que él supo explotar con gran pericia nacional e
internacionalmente.
De hecho, los años de Chávez fueron
en el resto del planeta una época de grandes cambios: sociales,
políticos, económicos, religiosos, tecnológicos, exacerbados por
un nuevo medio de comunicación instantánea y compulsiva: Internet,
en el que los límites de la verdad y la mentira no están claramente
delineados. Entonces, ayudado por una guerra y un Presidente
americano impopulares y con noticias que vuelan literalmente a la
velocidad de la luz, el carismático Chávez comenzó a hacer el
papel del niño que le grita al Emperador que está desnudo, un papel
demasiado irresistible para un mundo embelesado por la imagen y
dominado por la rectitud política.
Hugo Chávez, no fue el santo proveedor
de todos los milagros que le atribuyen los que lo apoyaron, pero
tampoco fue el dictador implacable como lo identifican muchos de
quienes lo adversaron. No fue un dictador, pero tampoco fue un
demócrata. Probablemente sus convicciones personales le impedían
ser tanto lo uno como lo otro. Sus instintos dictatoriales no eran
sangrientos, pero si eran deterministas y siempre enfocados hacia
aquellos que le podían impedir que lograra su cometido. Por otro
lado, le temía a la democracia, pero la usaba a menudo como
ratificación de sus deseos y sus actos.
Los ingleses tienen un dicho, cuidado
con lo que deseas porque a lo mejor lo obtienes. Tristemente, Chávez
obtuvo lo que deseaba: ser Presidente de por vida. Irónicamente,
también fue Presidente por dos períodos, tal como estaba
establecido inicialmente en la Constitución, haciendo completamente
irrelevante sus años de lucha por la obtención de la reforma
constitucional. Digo tristemente no sólo por el aspecto humano de un
hombre que muere joven de una enfermedad terrible, sino también
porque su muerte sella para siempre el vacío político de sus 14
años de gobierno, que dejará al país como legado: el populismo, el
personalismo político, la fusión del partido con el Estado, el
desconocer al otro, el negar la institucionalidad, el favorecer la
lealtad a la competencia, el re-escribir las leyes y la historia
cuando fuera necesario.
Hubiese podido ser de otra manera. Hugo
Chávez, como ningún otro líder de su época, tuvo todo en sus
manos para impulsar a Venezuela en las bandas del llamado primer
mundo. Tuvo el dinero, el poder, el apoyo y todos los medios
políticos en sus manos. A su favor, hay que reconocer que puso a
Venezuela en el mapa mundial y puso la desigualdad y la pobreza en la
agenda política. Pero nos dejó por otro lado un país dividido, de
gran pobreza, donde todo se importa, sin líderes, sin instituciones
y fuertemente influenciado por otro país más pequeño y de menos
recursos.
Yo creo que en sus últimos meses Hugo
Chávez se dió cuenta de éllo. No debe haber sido fácil sufrir una
enfermedad tan dura como la que le tocó padecer y, al mismo tiempo,
ver cómo el tiempo se le iba de las manos sin poder consolidar el
papel que le habría tocado jugar, el del hombre “a quien la
suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país”
y no el del “otro, un ilusionista, que podía pasar a la
historia como un déspota más”.
Desde mi teclado anónimo al otro lado
del continente me despido del hombre que adversé pero cuyas andanzas
seguí diariamente durante tantos años de mi vida. Me entristece su
muerte, por él, como ser humano, por lo que no fue, por el tiempo perdido y por
Venezuela: a Chávez había que ganarle en vida, en la muerte,
perdimos todos.
3 comments:
Excelente, la cuestión ahora es el Pais que no fue y que pudo ser, pero que ahora no parece que pueda ser.
Las variables y condiciones ahora parecen ser totalmente adversas.
Buen artículo, muy acertado y bien escrito como siempre.
Es irónico como sucede en la historia que la buena suerte de unos pocos es la maldición de muchísimos, me vienen a la mente Chávez, Castro y Hitler, pero hay muchos más ejemplos.
Claro que hubiera sido preferible ganarle en vida pero hubiese sido muchísimo peor que viviera largo tiempo en el poder como Castro. Por eso me alegra que haya muerto, no porque me parezca buena ninguna muerte ni por odio a él, sino por que su salida del poder es un primer paso absolutamente necesario (más no suficiente) para detener la caída libre en que se encuentra Venezuela y sus 30 millones de habitantes que valen cada uno de ellos mucho más que Chávez.
Un par de typos:
exhacerbar -> exacerbar
ley motif -> leitmotiv
Muy bien, pero al igual que otra frase extranjera, desde tiempos de crisis, viene oportunidades. Para Venezuela esperamos que sí.
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