Bienvenido(a) a mi blog. Aquí observo, opino, cuento. Al principio de los años 90, escribía en una lista de distribución llamada Atarraya mis recuerdos y vivencias cotidianas e intrascendentes, para que no se me olvidaran. He recogido en este espacio algunos de aquellos escritos, con la fecha inicial de envío y desde el 2005 los completo con cuentos, historias y opiniones cotidianas.
Saturday, January 19, 2008
Post para un verdadero héroe
(foto tomada de Version Final, cortesía de La Nación)
Debido a la propuesta del Presidente Chávez de quitarle a las FARC y al ELN el calificativo de terroristas y dada su indiferencia ante los secuestrados venezolanos que son "secuestrados de poco glamour", ya que su suerte es desconocida por el mundo y no lleva a Oliver Stone a hacer una película, algunos diarios se han dado a la tarea de sacar sus nombres a la luz pública y contar sus historias.
La terrible foto que muestro arriba corresponde a Jesús Orlando Guerrero, un ganadero tachirense. Su historia es expuesta en un reportaje de Version Final de esta semana (ver aquí).
Según Versión Final, el 1ro de Julio del 2003 a las 11 de la mañana el ganadero entra a su finca para alimentar a sus cochinos y media hora más tarde tres hombres arremeten contra el y le colocan un collarín de explosivos con un detonador a distancia que tiene doce dígitos. Le piden un millón de dólares para darle la clave y tienen la gentileza de dejarle unas instrucciones escritas de cómo vivir por tres días con el collarín, a fin de darle la oportunidad de que se mueva para hacer las diligencias correspondientes. Los hombres se identifican como miembros de la FARC y le dan al ganadero justamente tres días para conseguir el dinero.
Una hora más tarde, la esposa de Guerrero encuentra a su esposo sentado y aterrorizado. La esposa intenta hacerle salir el collarín con aceite de cocina, sin éxito.
La familia decide llamar a la Guardia Nacional, quien ante la gravedad de la situación llama a las unidades anti-explosivos de la policia colombiana y venezolana.
Tras sofisticados exámenes, determinan el tipo de explosivos y llegan a la conclusión de que la única manera de desactivarlos es cortando el collarín. La operación es extremadamente riesgosa: la detonación mataría a cualquiera a cuatro metros de distancia.
En medio del silencio, un policía de Caracas se ofrece para el trabajo de cortar el tubo.
Los policías preparan el sitio, apagan las luces para evitar el calentamiento de la pólvora y el valiente policía avanza para salvarle la vida a Guerrero, o morir con él en el intento.
La operación duró siete horas, a oscuras, con tan sólo una luz verde especial. La tensión se vió aumentada por una llamada de los terroristas quienes indicaron que le entregaran la plata dos horas más tarde o detonarían el collarín.
El policía paró muchas veces por la angustia y para recuperar las fuerzas. Al final terminó exitoso la tarea a la que se había portado voluntario y se desplomó de la tensión y el cansancio.
Yo no se cómo se llama ese policia, el artículo no lo menciona, tampoco se si es joven o viejo, si es padre de familia o no, sólo se que su historia de hace cuatro años me ha sacado lágrimas en los ojos por la constatación de que los héroes existen.
El anonimato de ese verdadero héroe, contrasta con el circo mediático del Presidente Chávez, con los bombos y platillos de la Prensa internacional, con los flashes, las entrevistas y los escritos de actores de Hollywood en el San Francisco Chronicle, con los pedidos de Premio Nobel de la Paz y con las películas millonarias de Oliver Stone.
Los verdaderos héroes no piden nada a cambio, no necesitan publicidad, ni gloria, ni laureles. Los verdaderos héroes son seres ordinarios que hacen cosas extraordinarias, y no hay nada más extraordinario que arriesgarse a morir por salvar otra vida, sobre todo otra vida que apenas se conoce.
Si alguna vez alguien, gracias a este medio de mensajes de botellas anónimas que se tiran en la red, llega a reconocer al personaje, díganle que es mi héroe. Que gestos como el de él hacen que uno pueda seguir creyendo en la especie humana, que se merece las más altas distinciones de honor y de valor, y que Dios lo bendiga.
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