Pocas historias me han perturbado tanto como las relacionadas con la liberación de rehenes por parte de las FARC. Todo en esa historia es sórdido, absurdo e hipócrita.
Antes que nada, hablemos de las FARC.
Se trata, simplemente de un grupo terrorista, narcotraficante y asesino que ha privado a cientos de seres humanos de sus vidas y de su libertad.
La libertad es, de hecho, el bien más preciado que tenemos: la libertad de vivir, pensar, expresarnos y escoger lo que queramos, de movernos como nos de la gana y hacia donde queramos. Es esa preciada libertad que las FARC le han robado a mujeres, hombres y niños durante muchos años.
El primer punto que me perturba es el tratamiento que se les da a las FARC en los medios y en las altas esferas del poder. Se habla de ellas como un interlocutor más, casi como que fuesen un gobierno legítimo con Canciller y representantes, cuando lo que son es una organización terrorista que no tiene piedad con aquellos que caen en sus garras.
El segundo punto que me perturba es el tratamiento que se le ha dado a la figura de Ingrid Betancourt.
No critico los esfuerzos enormes que han hecho sus familiares por mantener a Ingrid en la actualidad y en las prioridades de varios gobiernos. Es normal: se trata de una hija, madre, hermana, esposa que tiene más de cinco años en un inhumano cautiverio. Si yo estuviese en el papel de sus familiares también habría hecho todo lo que hubiese estado a mi alcance, cualquier cosa, por tratar de liberarla.
Critico, sin embargo, el tratamiento mediático de la figura de Betancourt que la han elevado a una figura de super-rehen, deshumanizando su sufrimiento, convirtiéndolo en una historia mediática más y, al mismo tiempo, olvidando y minimizando el sufrimiento de sus compañeros de cautiverio.
Critico el hecho de que se esté utilizando a Ingrid como un trofeo de lado y lado e incitando a que haya otras Ingrid Betancourts en la mira de las FARC o de similares organizaciones terroristas.
Me preocupa y me parece injusto que, después de años de masacres y secuestros, el mundo se haya volcado hacia el problema de los secuestros de la FARC sólo cuando Francia se interesa por el caso, el cual es personalizado por las altas instancias del poder Francés, como si los otros rehenes y los otros excesos cometidos por las FARC no tuviesen ninguna importancia.
Me perturba igualmente sobremanera la intervención del Presidente Chávez.
Está claro que, desde el inicio, Chávez ha utilizado la tragedia de Ingrid Betancourt como trampolín de fama humanitaria. El mismo hombre que no se preocupa de la seguridad personal de millones de sus conciudadanos, que no ha tenido ni una palabra de aliento para los venezolanos que se encuentran secuestrados por las mismas FARC, multiplica las ruedas de prensa y la disposición de todos los recursos que tiene a su alcance, que son muchos, para encaramelar a las FARC a fin de que liberen a estos afamados rehenes.
Tras la derrota del 2 de diciembre y la mala manera como la ha aceptado, Chávez necesita un triunfo internacional. Es así como nos explica en una publicizada rueda de prensa mundial, como organizó el mayor circo que presidente alguno haya puesto en marcha para el rescate de los rehenes. Decenas de helicópteros, aviones y vehiculos partiran simultáneamente desde varios puntos para acercarse a la zona, supuestamente desconocida, donde las FARC dejarán a tres personas: dos mujeres con años de cautiverio y un niño al que se le negó incluso nacer en libertad.
Enviados presidenciales de seis paises, entre los cuales un ex-presidente, además de centenares de periodistas de todas partes del mundo, formarán parte del gran espectáculo que Chávez ha montado para ganar brillo personal.
Es cierto, la acción les redonará la libertad a Clara, Consuelo y Emanuel, y con ello le estarían redonando la vida secuestrada por las FARC, la alegría a familiares y amigos y la esperanza a centenares de familias. Sin embargo, antes de recuperarla, Clara, Consuelo y Enmanuel deberán aceptar una humillación más en la larga hilera de humillaciones a las que la FARC los han sometido.
Se trata del triste papel de personajes de circo que Hugo Chávez les ha asignado para su provecho personal.
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