Tuesday, May 12, 2009

Chavismo no es democracia

Democracia no es sólo tener elecciones, sino es un sistema de garantías y libertades para que los electores tengan la posibilidad de darle libremente una patada electoral por el trasero a sus gobernantes.

Las elecciones son entonces una condición necesaria pero no suficiente para tener democracia.

Las garantías y libertades necesarias son muchas, son variadas y deben ser consistentes en el espacio y en el tiempo. Entre ellas tenemos la transparencia, la separación de poderes, el respeto de la Constitución y las leyes, la igualdad ante la ley, la libertad de expresión, de disidencia, de protesta, la no utilización de recursos públicos con fines partidistas, el respeto de la ética y el no aceptar conflictos de interés.

El gobierno del Presidente Hugo Chávez viola todos esos elementos. Los ejemplos son muchos y se han acumulado durante los años. Basta con oir Aló Presidente o las numerosas cadenas de radio y televisión para darse cuenta de que el Presidente utiliza los medios del Estado con fines políticos personales, o entrar a la página web de Venezolana de Televisión, la televisora de Estado, para confirmar que todos los recursos de la televisora, pagada exclusivamente con fondos públicos, están a la disposición del gobierno y de la persona de Hugo Chávez. No hablemos de separación de poderes: bajo el gobierno de Chávez los poderes han sido literalmente constituidos como entes de ejecución de la voluntad del líder absoluto que es el Presidente.

Pero lo que más erode la democracia en Venezuela son los elementos intangibles que tocan derechos humanos: igualdad ante la ley, libertad de expresión, libertad de disidencia, libertad de protesta.

Igualdad ante la ley significa que cualquier individuo será tratado de la misma manera, no sólo en el caso de tener que acudir al sistema de justicia, sino también en sus diversos quehaceres con el Estado. En democracia el ente recolector de impuesto o la contraloría no estudian con más atención la declaración de un contribuyente o de un gobernante local adverso al gobierno central; la fiscalía no modula el tipo ni el tiempo de actuación en función de quién es el imputado y los entes del Estado no responden más o menos rápido dependiendo de quién haga el pedido. En Venezuela está pasando exactamente lo contrario: la población ha sido dividida en dos y el gobierno ha decidido que es natural tratar diferentemente a los opositores al Presidente. Con ello, vemos que los poderes públicos se convierten, a veces de manera clara y otras de manera más sutil, en entes discriminatorios en sus respectivas funciones, lo que equivale a una evidente, o velada, persecución política.

Se dice que en Venezuela hay libertad de expresión porque la mayoría de los medios pueden estar abiertamente contra el gobierno. Si pasamos por alto el cierre de Radio Caracas Televisión, los ataques tantos físicos como verbales contra periodistas y directivos de Globovisión y las expulsiones súbitas de visitantes que se han expresado contra el gobierno, el testigo circunstancial diría que si, que claro, que la libertad de expresión es ilimitada porque periódicos, periodistas, investigadores y blogueros pueden decir lo que les de la gana. De nuevo, son las sutilezas las que hacen la diferencia. El testigo circunstancial no ve que después de una carta publicada a Nature criticando la política de ciencias en el país, el investigador que escribe se encuentra con una orden de despido; no ve que después de un artículo de opinión sobre la política nuclear del país, el físico que escribe se ve despojado de su jefatura de laboratorio; no ve que después de una serie de editoriales importantes contra el gobierno, se amenaza al editorialista en jefe de un periódico con una averiguación sobre sus bienes de sucesión. Los ejemplos son muchos y lo que demuestran es que la libertad de expresión tiene tres componentes: el primero es la posibilidad de expresarse, el segundo es poder expresarse sin miedo a represalias y el tercero es que tras haber ejercido su derecho de expresión no haya represalias. Claramente, en Venezuela no existe ni el segundo ni el tercer componente.

En cuanto a la libertad de disidencia hay que decir que en Venezuela hay disidencia y fuerte: por lo menos un cuarenta por ciento de la población es contraria al gobierno. Sin embargo, no existe en la Venezuela actual la aceptación de la disidencia como parte del sistema democrático. Si la disidencia se expresa, el Presidente y los entes del gobierno se ocupan, en el mejor de los casos, de ridiculizarla públicamente, usando groseramente todos los medios del Estado y, en el peor, de tomar las medidas necesarias para que no vuelva a vocalizarse. Hemos visto, además, que el Presidente no acepta ni siquiera la disidencia del voto ya que cuando le tocó perder el Referendo sobre la Reforma, ciertas Gobernaciones claves o las Alcaldías de la capital, arremetió contra votantes de manera anti-democrática. Lo que es más grave: el Presidente puso inmediatamente en marcha el plan de modificar ilegalmente la Constitución e hizo promulgar leyes que le permiten pasar por encima del voto popular y utilizar los recursos de la Nación de manera diferenciada para poder asfixiar económica y políticamente cualquier foco local o regional de disidencia.


Finalmente llegamos a la libertad de protesta, la cual, para poder ser ejercida plenamente, debe estar desprovista de temor. No es el caso en Venezuela ya que el chavismo ha institucionalizado el miedo: miedo a perder el empleo de funcionario de no ir vestido de rojo a una marcha del Estado, miedo a los batallones blindados de policía y guardia nacional que flanquean marchas de estudiantes y amas de casa, miedo al gas lacrimógeno, del bueno, que el Estado lanza sin el menor pudor a ancianos y adolescentes, miedo a las balas perdidas o adrede de grupos armados infiltrados y protegidos por el chavismo.

Y entonces, la próxima vez que alguien les indique que Venezuela tiene un sistema demócrata porque todavía hay elecciones, recuérdenle que las garantías y libertades para poderle dar al gobernante una buena patada por el trasero ya no existen en el país. Fueron menoscabadas, poco a poco, y durante años, por el sistema de gobierno creado por Hugo Chávez, quien pasará a la historia como un abalorio más en nuestro rosario de déspotas.

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