Para cambiar ideas...
"Cuando la perica
quiere que el perico
vaya a Misa,
se levanta muy temprano
y le plancha
la camisa"
(estrofa de una cancion popular venezolana)
quiere que el perico
vaya a Misa,
se levanta muy temprano
y le plancha
la camisa"
(estrofa de una cancion popular venezolana)
Una de las grandes satisfacciones que da el no ser hombre, es el
saber que una nunca podrá añorar tiempos pasados en los que los felices ganadores de cromosomas Y eran premiados con pequeños, y no tan pequeños, privilegios. A mi, particularmente, no me gusta pensar en lo que hubiese podido ser y no fue, de haber nacido treinta, veinte (y hasta diez) años antes.
Una esposa arregladita que nos espera con la mesa lista para la cena, los niños bañados, las tareas hechas y, en las mañanas, una camisa recién planchada al lado del flux, listos para vestir, y para salir a ganarse duramente las lochas motrices de la casa. Es decir, no sólo los felices ganadores del famoso cromosoma tenian todos los privilegios, sino que, además, eran glorificados por el importante trabajo que realizaban.
Eran otros tiempos. En efecto, últimamente los pobres hombres han visto como, lentamente, la economía, la sociedad y las benditas mujeres les han ido desgastando uno a uno sus privilegios, de tal manera que sólo en algunos paises siguen planchándoles las camisas. Entre las perpetuadoras de tal costumbre están las mamás venezolanas. En defensa de las mismas, debo reconocer que no sólo planchan camisas masculinas, sino que, a veces, muy de vez en cuando, también le tienen la falda lista a los críos menos afortunados en materia de cromosomas.
En ciertos paises existe una supra-figura que elimina los conflictos sexistas creados por las planchadas de camisas: las "Señoras que planchan". Pero en los países donde los impuestos y los salarios se encargan de que tales figuras no existan, los hombres se han contentado en hacerse creer a si mismos que prefieren vestirse de T-shirts y blue-jeans o de conformarse con una camisa lave-y-listo, bien escondida dentro del paltó, en el caso de un trabajo serio o de ocasiones especiales.
Otros, confiados en que la sociedad es igual para todo y que, por lo tanto, el jefe arrugado sabrá entender sus propias arrugas, no temen mostrar a la luz publica el estado en el que la liberación femenina dejó a las camisas de algodón.
Pero hay un tercer tipo: los abanderados de las camisas 100% algodón o lino almidonadas a toda costa. Tales personajes, conscientes de que no habrá en el Norte mujer alguna que sepa siquiera como se almidona una camisa, se gastan buena parte de los reales que les deja el gobierno en tintorería.
Los mas pobres, sin embargo, descubrieron que el almidón se hace con harina, y aparecen en las reuniones de trabajo planchaditos pero con ojeras...
Como la perica, se levantan bien temprano y se planchan la camisa.
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