A mi amigo Goyo,
que sabe apreciar las albahacas.
Hoy se perdió un loro por mi casa. No
uno cualquiera, sino uno que canta la Marsellesa. Lo sé porque paso
todos los días por el parque y hoy, por primera vez, vi varios
anuncios de búsqueda con la foto y la explicación pegadas en varios
postes. Los avisos indican una recompensa y dicen que no sólo canta
la Marsellesa, sino también otras canciones, pero no dice cuáles
otras, sólo la Marsellesa.
Yo leí el anuncio con interés, no por
los 100$ de recompensa, sino porque se me ocurrían muchas preguntas
¿Cómo se escapó? ¿Cómo fue que aprendió la Marsellesa? ¿Se
sabía una sola o todas las estrofas?Y ¿Cómo se atrapa a un loro si
acaso uno se da cuenta de que canta la Marsellesa?
Indudablemente que si había que
enseñarle algo al loro, La Marsellesa es la mejor canción, a falta
de enseñarle El Alma Llanera, claro estamos.
Proseguí mi camino con el perro atado
a la cintura. Las pocas personas que pasaban por el parque me
observaban con atención. Es inusual, pero es la manera más comoda
de pasear a un perro: se pone uno un “canguro” y por el mismo se
pasa el haza de la correa, permitiéndonos tener las manos libres. Al
principio, mi perro se quedaba sorprendido de tanta libertad y se
aprovechaba para halar como le diera la gana, hasta que yo decidí
frenarlo con el cuerpo, con lo cual prácticamente me llevaba a
rastras y yo aprovechaba para cansarlo a ver si dejaba de halar. Pero
de unos días a esta parte, se ha dado cuenta de mi ardid. Entonces,
se inventó hacer “vuelvan caras”, como decía Páez, con lo que
cuando siente que ya basta de arrastrarme con su cuerpecito, hace una
maniobra de media vuelta y se coloca sorprensivamente detrás de mi,
haciendo que sea yo la que haga las veces de burrito de Petare.
Seguimos nuestro camino, él adelante y
yo atrás, o él atrás y yo halándolo de nuevo hacia adelante,
hasta que llegamos al borde de la acera. Allí se paró en seco, me
miró con mirada inteligente e interrogatoria y esperó a que yo le
hiciera un gesto con la cabeza para pasar la acera y proseguir con el
camino. Si alguien lo hubiese visto en ese momento, diría que se
trata de un perrito modelo. Éso lo hace desde el día en que le
enseñé que, en cualquier circunstancia, está obligado a pedir
permiso para cruzar la acera. Lo sorprendente es que lo aprendió sin
chistar, pero eso sí, apenas la pasa, se vuelve loquito, halando,
esgudriñando y oliendo por todas partes. Otro perro.
La calle está particularmente
desierta. Estamos en las “vacaciones de la construcción”, las
dos semanas en las que, asombrosamente, por ley, los trabajadores de
la construcción de Québec, y, con ellos, todas las industrias
subsidiarias, paran el trabajo en el medio del verano, durante dos de
las semanas que podrían ser las más productivas del año. Sólo en
Québec. Nadie sabe porqué, ni de dónde viene la ley. Son esas
cosas así como la frase de la placa del carro “Je me souviens”
(yo recuerdo), o el hecho de que todo el mundo se muda el primero de
Julio. ¿Quién comenzó la costumbre? ¿Porqué? La pregunta está
en la misma categoría que la Marsellesa del loro desaparecido.
Al llegar a la casa le echo un vistazo
a mis matas de albahacas. Por primera vez están fuertes, frondosas,
dispuestas a darme, durante dos meses, una ración diaria de
ensalada caprese. Por primera vez en mi vida, se me dan las
albahacas. No fue casualidad, fue el hada del vivero la que me dió
la receta. Estaba yo en mi normalmente inútil escogeteo anual de
finas hierbas en el vivero del mercado, cuando una de las compradoras
se me acercó y comenzó a hablarme sin que yo dijera nada.
La mujer tenía que ser especial porque
éso es sumamente raro aquí, donde meterse en la vida de los
desconocidos es un tabú de convivencia civilizada. Todo lo contrario
que en Venezuela. Recuerdo, por ejemplo, la vez que fui al cementario
del Este a visitar después de muchos años en el exterior, la tumba
de mi papá. Una vez en la zona apropiada, empecé a leer con
atención las inscripciones porque no recordaba exactamente la
localización. En eso, otro visitante me gritó finamente, desde lejos
-¿Cuál muerto se le perdió?
Le expliqué que no se me había
perdido, era que no me acordaba dónde estaba la tumba...a lo que mi
interlocutor me respondió, con no menos discreción
-A ver si lo visita más a menudo!
Pues esta vez, el hada de las
alabahacas se me paró a un lado y me preguntó si debía comprarse
la mata grandecita a un cierto monto, o el pote con nueve
compartimientos que valía la mitad. Yo le dije que no sabía, porque
a mi, de todas maneras, nunca se me daban las albahacas.
Élla sonrió y me explicó que hay
tres trucos: mucha agua, mucho sol y pellizcarle las flores antes de
que salgan y, si quería realmente ser atrevida, había que echarle
un poquito de abono de oveja de vez en cuando, cosa que a mi no me
pareció demasiado conveniente. Luego me miró fijamente, me indicó
que había decidido comprarse el grupo de nueve, para tener nueve
lindas plantas al final del verano y se despidió de mi deseeandome
buena suerte con las albahacas.
Regresé a casa yo también con un
potecito de nueve pequeñas matas de albahacas que fueron plantadas y
transplantadas y, desde entonces, cada día, me paro temprano a
regarlas y a escudriñar entre las hojas a ver si alguna flor tiene
intención de salir, para pincharla.
Y así concluye mi crónica.
Qué viva el verano, los loros que se
escapan cantando la Marsellesa, los perriots inteligentes, las hadas
madrinas y las matas de albahacas!
2 comments:
!Hermosas albahacas! Cierto lo de las flores, hay que quitárselas a menos que uno quiera las semillitas. El problema principal por estos lados es la mosa que pone sus huevos dentro de la hoja y el hongo que entre por el orificio que hace la mosca.
http://fotos.infojardin.com/subiendo-fotos/images/jdv1247448846k.JPG
Pero a las albahacas le da de todo, por allá ten cuidado con la Peronospora spp http://www.cuencarural.com/frutihorticultura/aromaticas/72862-una-nueva-enfermedad-mildiu-de-la-albahaca/
http://www.plantpath.wisc.edu/wivegdis/pdf/2012/Veg%20Crop%20Updates%20Boletin%20No.%206%20Espanol.pdf
Gracias por la dedicatoria.
Pues después de escribir mi crónica, resulta que le ha caido el escarabajo japonés. Un bicho que se está comiendo mi albahaca! Al parecer la sequedad este año ha sido particularmente propicia en Quebec...
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